Tajante, indignado, pero cierto, me comentaba el otro día un colega.
Siempre había intuido que hay una cierta predisposición popular para opinar sobre este tipo de labores pero la verdad es que nunca hubiera pensado que era algo innato a la raza humana.
No es raro encontrarse en una reunión informal con gente que expone públicamente sus necesidades sobre decoración. “Tenemos que cambiar la cocina y los baños…” “Estamos pensando en cambiarle la habitación a Luisito, que ya la greca de ositos me da no se que, cuando viene su novia a casa a pasar la tarde..” Ejemplos varios y de lo más dispares. Pero, eso sí, siempre con respuesta: “ ¿Ya sabéis a donde ir? Ir a tal sitio que a –nosequien- creo que le han dejado todo de maravilla”. “Llamarle a tal pintor,… que es el pintor de mi madre.” Como si su madre pintara cada dos días o fuera la reina madre y el susodicho luciera en su furgoneta el sello de proveedor oficial de la corona. Argumentos nada fiables pero que cuajan y que hacen extender un cierto caos en el que se mezclan todo tipo de personas con todo tipo de habilidades y que además, siempre se le añade un matiz económico que suele ser determinante: “Hay unos señores Moldavos que trabajan baratísimo, sin factura, viven en la propia obra, y trabajan sábados, domingos y lo que haga falta. Osea del todo fiables. O por otro lado te encuentras con: “Tal y cual son serios, discretos y puntuales” Vamos, la descripción perfecta para una funeraria.
Por otra parte, se encuentra otro tipo de personas. Gente que han dedicado un tiempo de su vida a estudiar para disponer de una capacitación legal para trabajar. Gente que se sigue formando para que las novedades, avances y corrientes le lleguen antes que a los demás. Gente que se establece en una estructura para que su labor sea más eficaz. Gente que tributa. Gente que cuándo habla no regala sus palabras. Gente que al opinar compromete su reputación. Gente que al hacer una oferta estudia las mejores opciones y determina cual es la más ventajosa. Gente que responde sus compromisos. En definitiva gente profesional.
La verdad es que yo cuando necesito contratar un servicio suelo ser más exigente. No llevo mi coche a que me lo arregle un señor que no hace facturas. Ni voy a la peluquería que es la de toda la vida de la madre de nadie (¡que pereza!). Ni únicamente me sirve que me digan que un médico es una maravilla, para confiarle mi salud. Ni por supuesto le entrego mi dinero a alguien que no se quien es ni de donde sale.
Algunas reflexiones, comentarios y vivencias de mi trabajo como interiorista
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viernes, 25 de junio de 2010
martes, 8 de junio de 2010
RANCHITOS en el trabajo.
No se si por extensión doméstica o por un afán de “domesticar” el espacio de trabajo aparecen frecuentemente los ranchitos.
Para su imagen pública las empresas gastan infinidad de dinero en campañas de publicidad, imagen corporativa y diseño de espacios sin tener en cuenta que en la distancia corta es donde se la juegan.
Todos nos hemos enfrentado alguna vez haciendo una gestión a una mesa-escaparate en la que el empleado generosamente compartía con nosotros todo tipo de detalles de sus personalidad: la botella de agua mineral sin burbujas, la caja de bolis bic cristal, la foto de los niños disfrazados en la fiesta del cole, la banderita del insuperable equipo de fútbol, el calendario del transportista habitual o el souvenir de conchitas de aquel pueblecito costero. Directamente proporcional al tiempo que se ocupa el puesto de trabajo y a la generosidad del empleado, dicha mesa estará más o menos repleta.
Los taxis, por ejemplo, hasta hace poco no era raro encontrar un espacio “decorado” al más puro estilo almodovariano tardío. O ese médico que lleva el bolsillo de su bata corporativa rellena de todo tipo de elementos de “merchandaisin”. Debo reconocer que este tipo de cosas me distraen y tengo que hacer un gran esfuerzo por reconducir mi atención. Una vez le conté a uno luciendo en su bolsillo 6 bolígrafos de propaganda y varios elementos más, seguramente innecesarios.
Algunas empresas, para determinado tipo de labores, han empezado a crear un sistema de trabajo realizando microespacios acotados mediante mamparas de una altura media que permite la comunicación visual.
Espacios versátiles que permite al empleado acondicionar su propio espacio según sus gustos y necesidades.
Estos espacios acotados, micro despachos, permiten el desorden dentro del orden. Según la necesidad se incorporan archivadores, cajoneras, armarios, baldas, porta documentos y gavetas. Los paneles se llenan de postits, fotos, gráficos o recuerdos. El espacio común permanece ordenado en una gran cuadrícula uniforme en la que cada espacio se reserva su propio caos.
Por último, un favor: deshaganse de las gomas que cubren el cubilete portalápices, no se aprecia correctamente la concordancia de ornamentos con el estilete abrecartas y el cortapuros. Por otro lado, elementos todos ellos en desuso desde la aparición de la ley antitabaco y el correo electrónico. Gracias.
viernes, 7 de mayo de 2010
RANCHITOS.
Hace tiempo, oí esta expresión a un presentador histriónico de la televisión cuando aparecieron unas fotos comprometidas de una modelo y un conde, pillados en una habitación de un hotel.
Sobre el tema hizo una apreciación que me hizo reflexionar. En las fotografías aparecían unas bolsas de plástico de supermercado y algún que otro “detalle” del estilo.
Dicho presentador, explicó como aún en las situaciones más glamurosas aparecen lo que él denominó “ranchitos”.
Esa acumulación de objetos que por orden, desorden, funcionalidad, recuerdo, olvido o dejadez se van depositando en rincones y que poco a poco se van enquistando en el ambiente.
Por ejemplo, en ese salón diseñado full equipment en el que aparecen varios periódicos y revistas atrasados. En la biblioteca, objetos de diseño popular que recuerdan nuestra maravillosa estancia en Benalmádena. En el baño, esas cremas de día, de noche, para el frío, el calor, la hidratación, la deshidratación, el exceso o falta de grasa, que se van arrinconando en la encimera de Corian con pozo integrado. Esos paragüeros acerados llenos de bastones, palos de golf o de Santa Agueda, paraguas publicitarios y otra serie de elementos más o menos larguiruchos.
Pero donde más ranchitos aparecen suele ser por supuesto: la cocina. Espacio en donde el uso repetido de las cosas hace que pierdan su lugar de almacenamiento para pasar a estar “a mano”. El tarrito de la sal, el papel super absorbente de doble capa, el “spontes” el "escochbrite”, la espumadera, el “fairi”, el boli publicitario, el calendario de la caja de ahorros, la manopla de silicona y todo tipo de elementos multiusos dignos de la teletienda. Todos ellos de colores siempre llamativos que distorsionan cualquier criterio de conjunción y que tantos quebraderos de cabeza dieron a la hora de decidir sobre el material, color, acabado y textura de los materiales a emplear en el diseño de “LA” cocina.
Es un buen ejercicio el desprenderse de estos ranchitos.
El premio, a parte de la recuperación de espacios, es una sensación de orden. Suele aparecer un sentido de nostalgia, de volver a recuperar la esencia de los sitios. La encimera de la cocina pasa a recordarnos aquella primera imagen en tres dimensiones que tanto nos enamoró en la tienda. El salón pasa otra vez a recordarnos aquella foto que descubrimos ojeando una revista y que hizo que nos decidiéramos.
El baño, vuelve a ser aquel espacio limpio, diáfano de formas regulares de volúmenes compensados y de iluminación casi teatral.
El hall, el espacio de transición con su esencia de vacío casi espartano de formas minimalistas y texturas esmeradas.
Bien, todo ello se consigue de una forma muy fácil: guardando cada cosa en su sitio. Y punto.
Ahora sí, si las cosas no tienen su sitio…ese es otro problema. O falta sitio o sobran cosas.
Seguiré con: “Los ranchitos en el trabajo”.
Sobre el tema hizo una apreciación que me hizo reflexionar. En las fotografías aparecían unas bolsas de plástico de supermercado y algún que otro “detalle” del estilo.
Dicho presentador, explicó como aún en las situaciones más glamurosas aparecen lo que él denominó “ranchitos”.
Esa acumulación de objetos que por orden, desorden, funcionalidad, recuerdo, olvido o dejadez se van depositando en rincones y que poco a poco se van enquistando en el ambiente.
Por ejemplo, en ese salón diseñado full equipment en el que aparecen varios periódicos y revistas atrasados. En la biblioteca, objetos de diseño popular que recuerdan nuestra maravillosa estancia en Benalmádena. En el baño, esas cremas de día, de noche, para el frío, el calor, la hidratación, la deshidratación, el exceso o falta de grasa, que se van arrinconando en la encimera de Corian con pozo integrado. Esos paragüeros acerados llenos de bastones, palos de golf o de Santa Agueda, paraguas publicitarios y otra serie de elementos más o menos larguiruchos.
Pero donde más ranchitos aparecen suele ser por supuesto: la cocina. Espacio en donde el uso repetido de las cosas hace que pierdan su lugar de almacenamiento para pasar a estar “a mano”. El tarrito de la sal, el papel super absorbente de doble capa, el “spontes” el "escochbrite”, la espumadera, el “fairi”, el boli publicitario, el calendario de la caja de ahorros, la manopla de silicona y todo tipo de elementos multiusos dignos de la teletienda. Todos ellos de colores siempre llamativos que distorsionan cualquier criterio de conjunción y que tantos quebraderos de cabeza dieron a la hora de decidir sobre el material, color, acabado y textura de los materiales a emplear en el diseño de “LA” cocina.
Es un buen ejercicio el desprenderse de estos ranchitos.
El premio, a parte de la recuperación de espacios, es una sensación de orden. Suele aparecer un sentido de nostalgia, de volver a recuperar la esencia de los sitios. La encimera de la cocina pasa a recordarnos aquella primera imagen en tres dimensiones que tanto nos enamoró en la tienda. El salón pasa otra vez a recordarnos aquella foto que descubrimos ojeando una revista y que hizo que nos decidiéramos.
El baño, vuelve a ser aquel espacio limpio, diáfano de formas regulares de volúmenes compensados y de iluminación casi teatral.
El hall, el espacio de transición con su esencia de vacío casi espartano de formas minimalistas y texturas esmeradas.
Bien, todo ello se consigue de una forma muy fácil: guardando cada cosa en su sitio. Y punto.
Ahora sí, si las cosas no tienen su sitio…ese es otro problema. O falta sitio o sobran cosas.
Seguiré con: “Los ranchitos en el trabajo”.
jueves, 22 de abril de 2010
SOBRE GUSTOS NO HAY NADA ESCRITO
Esta coletilla y alguna otra del estilo pueden llegar a sacarme de mis casillas.
Cuándo participo en una de esas interminables aleccionadoras conversaciones sobre lo que puede o no llegar a aportar mi profesión, me suelo encontrar amenudo con esta frase. Una frase que algún ingenuo “inculto” acuño en un no muy afortunado día y que con el tiempo ha servido a muchos atrevidos para imponer ideas, zanjar discusiones y limitar imaginaciones.
Vamos a ver, no entiendo como puede una persona querer mostrar su incultura sin ningún tipo de pudor. Si de música habláramos y alguien me dijera que Beethoven es lo más, Los Beatles los únicos o que después de Juan Pardo no ha habido ningún otro cantante más. ¿Que pensaríamos? Pues eso, lo que estamos pensando: un dudoso gusto, una limitación en los conocimientos, en las capacidades, y en los intereses.
Si alguien me ofrece como final de una conversación una frase tan insustancial como ésta, no me pongo ni siquiera a pensar en los miles de libros sobre arte, arquitectura, moda, interiorismo, pintura, artesanía, museos, colecciones, estilos, mobiliario, complementos, decoración, etc. Me suelo quedar pensando en las decenas de revistas que mensualmente educan nuestro gusto y que tan coloridas adornan los kioskos.
Por favor, antes de volver a hablar, gástese 3 € en una revista “sobre gusto” y se le abrirá un infinito desconocido mundo.
Ante: Sobre gustos no hay nada escrito.
La respuesta es: Lo que hay es poco leído.
Cuándo participo en una de esas interminables aleccionadoras conversaciones sobre lo que puede o no llegar a aportar mi profesión, me suelo encontrar amenudo con esta frase. Una frase que algún ingenuo “inculto” acuño en un no muy afortunado día y que con el tiempo ha servido a muchos atrevidos para imponer ideas, zanjar discusiones y limitar imaginaciones.
Vamos a ver, no entiendo como puede una persona querer mostrar su incultura sin ningún tipo de pudor. Si de música habláramos y alguien me dijera que Beethoven es lo más, Los Beatles los únicos o que después de Juan Pardo no ha habido ningún otro cantante más. ¿Que pensaríamos? Pues eso, lo que estamos pensando: un dudoso gusto, una limitación en los conocimientos, en las capacidades, y en los intereses.
Si alguien me ofrece como final de una conversación una frase tan insustancial como ésta, no me pongo ni siquiera a pensar en los miles de libros sobre arte, arquitectura, moda, interiorismo, pintura, artesanía, museos, colecciones, estilos, mobiliario, complementos, decoración, etc. Me suelo quedar pensando en las decenas de revistas que mensualmente educan nuestro gusto y que tan coloridas adornan los kioskos.
Por favor, antes de volver a hablar, gástese 3 € en una revista “sobre gusto” y se le abrirá un infinito desconocido mundo.
Ante: Sobre gustos no hay nada escrito.
La respuesta es: Lo que hay es poco leído.
jueves, 8 de abril de 2010
CUANDO EL TRABAJO ES PLACER
..O cuando el placer se convierte en trabajo.
Mitxel, Gonzalo. Es un placer trabajar con vosotros.
Como siempre recibir un encargo de trabajo de mi amigo Juan supone un placer.
En esta ocasión he tenido la suerte de preparar una exposición en la Bodega Ysios sobre Eduardo Chillida y su relación con la tierra y los aromas.
Un artista que siempre lo he sentido “muy mío” como hace poco me decía alguien. Siempre había tenido una cierta predilección por él .
Le entiendo, me resultaba cómodo, fácil. Incluso entrañable. Sus manos. Me enorgullece ser su tocayo.
Pero gracias a Ignacio, he conocido otra dimensión del artista: la de “Aita”.
Es decir, conocer a su familia y cientos de anécdotas que no se leen en los libros. Artistas estrambóticos que pautaron su camino hacia nuevas formas. Sonidos que le llevaron a experimentar nuevos materiales. Noches velando un horno para vigilar una pieza.
Paseos llenos de arte en “la jardinière”. Veranos en Francia trabajando en camiseta a la sombra de un árbol. Desahogos golpeando el hierro para modelar una pieza. Sueños de Quijote demolidos con excavadoras. Amigos con helicóptero que hacían de transportistas ocasionales. Viajes culturales en familia. Y una partenaire navarra de ideas firmes.
Gracias a ti, Ignacio.
Mitxel, Gonzalo. Es un placer trabajar con vosotros.
sábado, 20 de marzo de 2010
Vintage
“Ahora lo que se lleva es el estilo vintage!!”
Oí decir a una persona, ex minimalista, el otro día.
Estuve a punto de entrometerme y aportar mi opinión para aclarar la situación. Pero me voy haciendo mayor, más cabal o más cobarde…
Y pensé: pobre! que necesidad de simplificar las cosas para entenderlas.
Ahora desde estas líneas voy a tratar de aclarar la situación.
En decoración, me entenderéis enseguida la diferencia con el interiorismo, siempre lo que “se ha llevado” ha sido el buen gusto, y punto.
A partir de ahí son “clasificativos”. Rendijas por las que introducir determinados objetos, aupar a determinados diseñadores o vender determinadas revistas.
El término “vintage”, por lo que sé, inglés, y no francés, ofrece matices que pueden determinar a un objeto.
El reconocimiento de la calidad de un objeto será independiente de cualquier tipo de clasificación. Y ahí entra la objetividad.
No se puede calificar un objeto como vintage por el mero hecho de haber pertenecido a la abuela.
Persona de entrañable carácter pero de dudoso gusto. Reconozcámosle su valentía a haber sobrevivido a una postguerra, a unas carencias económicas y a una falta de cultura estética muy importante.
Ese objeto lo miraremos con más o menos cariño. Lo calificaremos como de “toda la vida en la familia” y punto.
La introducción de elementos recogidos en traperías en vertederos o en emauses tampoco los calificaremos como tales ya que lo único que haremos es encontrar el mueble de “toda la vida” pero de la abuela de otro.
Si nuestra abuela fue una persona adinerada, viajada, educada en Londres o Paris. Aparte de tener una abuela más o menos entrañable habremos tenido la suerte de haber heredado muebles de valor como antigüedad. Pero eso, es otro tema.
Retomando, si te hablan de estilo vintage y te apuntas. Quédate con una pieza que te aporte diseño, que sea de calidad, que tenga su historia, que te llene visualmente, que lo veas con objetividad. Que te acompañe en tu vida. Pero en todo caso respétale su sitio. No lo rodees de más años a su alrededor. No lo agobies necesita aire. Porque si no lo haces lo que conseguirás no será un “estilo vintage” sino un “estilo cuéntame”.
Oí decir a una persona, ex minimalista, el otro día.
Estuve a punto de entrometerme y aportar mi opinión para aclarar la situación. Pero me voy haciendo mayor, más cabal o más cobarde…
Y pensé: pobre! que necesidad de simplificar las cosas para entenderlas.
Ahora desde estas líneas voy a tratar de aclarar la situación.
En decoración, me entenderéis enseguida la diferencia con el interiorismo, siempre lo que “se ha llevado” ha sido el buen gusto, y punto.
A partir de ahí son “clasificativos”. Rendijas por las que introducir determinados objetos, aupar a determinados diseñadores o vender determinadas revistas.
El término “vintage”, por lo que sé, inglés, y no francés, ofrece matices que pueden determinar a un objeto.
El reconocimiento de la calidad de un objeto será independiente de cualquier tipo de clasificación. Y ahí entra la objetividad.
No se puede calificar un objeto como vintage por el mero hecho de haber pertenecido a la abuela.
Persona de entrañable carácter pero de dudoso gusto. Reconozcámosle su valentía a haber sobrevivido a una postguerra, a unas carencias económicas y a una falta de cultura estética muy importante.
Ese objeto lo miraremos con más o menos cariño. Lo calificaremos como de “toda la vida en la familia” y punto.
La introducción de elementos recogidos en traperías en vertederos o en emauses tampoco los calificaremos como tales ya que lo único que haremos es encontrar el mueble de “toda la vida” pero de la abuela de otro.
Si nuestra abuela fue una persona adinerada, viajada, educada en Londres o Paris. Aparte de tener una abuela más o menos entrañable habremos tenido la suerte de haber heredado muebles de valor como antigüedad. Pero eso, es otro tema.
Retomando, si te hablan de estilo vintage y te apuntas. Quédate con una pieza que te aporte diseño, que sea de calidad, que tenga su historia, que te llene visualmente, que lo veas con objetividad. Que te acompañe en tu vida. Pero en todo caso respétale su sitio. No lo rodees de más años a su alrededor. No lo agobies necesita aire. Porque si no lo haces lo que conseguirás no será un “estilo vintage” sino un “estilo cuéntame”.
viernes, 5 de febrero de 2010
EHSF
Ayer tuve el placer de recibir un agradecimiento por parte de la Federación Vasca de Surf Euskal Herriko Surf Federazioa por haber diseñado hace 20 años su logo. Desde el primer momento fue un trabajo que me salió fácil. Cogí dos rotuladores y a la primera de mi mano salieron dos olas casi iguales una roja y otra verde. Mi mano estaba entrenada a dibujar olas. Cientos de ellas habían acompañado mis libros del colegio, servilletas de papel y cristales empañados.
Muchas gracias a las personas que me lo pidieron, a los que lo eligieron, a los que me lo han premiado. Pero principalmente quiero agradecer a la gente que durante 20 años lo han ido llenado de contenido.
Eskerrik asko!
Un diseño gráfico, sea el que sea, sólo es forma no tiene función.
He diseñado marcas, logos, anagramas e imágenes que han sido efímeras.
Marcas para ropa que no llegaron a fabricar ni una prenda. Anagramas para equipos que no ganaban nunca. Imágenes para tiendas que cerraron antes de abrir. Sólo han sido “algo bonito” que duraron un tiempo. Negocios que tuvieron que partir de una gran idea para quedarse en menos.
Detrás de cada idea tiene que haber un contenido, algo que haga que esa forma funcione.
Con ello quiero destacar la importancia que para mi tienen las ideas. Debíamos de obligarnos a “idear” más. Debería ser un ejercicio de salud mental.
Deberíamos imaginar como sería nuestra vida si.., como funcionaría mejor si…, cómo actuaría frente a…, como solucionaría si….
Os invito a imaginar. Veréis cómo con el tiempo esas ideas se van llenando de contenido.
Muchas gracias a las personas que me lo pidieron, a los que lo eligieron, a los que me lo han premiado. Pero principalmente quiero agradecer a la gente que durante 20 años lo han ido llenado de contenido.
Eskerrik asko!
Un diseño gráfico, sea el que sea, sólo es forma no tiene función.
He diseñado marcas, logos, anagramas e imágenes que han sido efímeras.
Marcas para ropa que no llegaron a fabricar ni una prenda. Anagramas para equipos que no ganaban nunca. Imágenes para tiendas que cerraron antes de abrir. Sólo han sido “algo bonito” que duraron un tiempo. Negocios que tuvieron que partir de una gran idea para quedarse en menos.
Detrás de cada idea tiene que haber un contenido, algo que haga que esa forma funcione.
Con ello quiero destacar la importancia que para mi tienen las ideas. Debíamos de obligarnos a “idear” más. Debería ser un ejercicio de salud mental.
Deberíamos imaginar como sería nuestra vida si.., como funcionaría mejor si…, cómo actuaría frente a…, como solucionaría si….
Os invito a imaginar. Veréis cómo con el tiempo esas ideas se van llenando de contenido.
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